18 septiembre 2006

Palmeras en la meseta

Entre los fenómenos urbanísticos de nuestro Madrid, uno ha alcanzado el grado de despropósito aberrante. La temida por sus cruces imposibles plaza del Conde de Casal es el punto donde acaba la avenida del Mediterráneo (casi, en realidad es un poco más abajo donde se convierte en la N-III). Por eso, cuando se terminó el túnel que debía aliviar -y alivió un poco- los padecimientos de los conductores, se colocó en ella, como evocación del querido mar, unos ejemplares de la vegetación levantina. Palmeras en el seco Madrid. Bastaba darse una vuelta por el cercano Jardín Botánico y ver sus plantas tropicales, que son conservadas al 90% de humedad, para darse cuenta de que las de la plaza estaban resecas y moribundas.

Lo que desde hace tiempo se encuentra el transeúnte son unas palmeras y otros arbolitos mantenidos en pie por tensores metálicos, cadáveres empalados para que estén tiesos. ¿Se puede ser más cutre? ¿Durará mucho esto? La alternativa es reinterpretarlo como un símbolo de la terquedad humana frente a la naturaleza.

2 comentarios:

Nagore dijo...

seguirán ahí hasta que se caigan a trozos...y las tengan que barrer...verás...

Helena Martín dijo...

aaaah??!! cuanto tiempo llevo yo sin ir a Madrid...