No pongáis las cosas donde no hay que ponerlas si no queréis que pase lo que no queréis que pase

Hiya, euroincautos!
Pues sí, qué pasa, para contar lo que me ha ocurrido no hay nada mejor que el estilo de Mrs. Jelen. Y qué ha sido, os preguntaréis. Pues nada. O sea, que no me he enterado de nada. O sea, que me han robado la cartera, así, como suena, no en sentido metafórico ni leches. Que donde tenía la cartera ahora no la tengo. Sí, amigos incautos, la llevaba donde nuuunca hay que llevarla: en el bolsillo de atrás de la mochila. Mi tono desenfadado viene, claro está, por el hecho de que solo me han quitado el DNI, el carné de conducir, todas las tarjetas de crédito, la tarjeta de la Seguridad Social y la de la "sanidad privada", los carnés de las bibliotecas y nada más. No había dinero. Me he dado cuenta bastante pronto, así que en seguida me he puesto en marcha:
Llamada a casa para que me dijeran el número para cancelar las tarjetas del banco.
Llamada para cancelar las tarjetas.
Llamada a casa para que me dijeran el número para cancelar la tarjeta de la "sanidad privada".
Llamada para cancelar la susodicha y que me manden una nueva.
Llamada de casa diciéndome el número para poner denuncias por teléfono.
Llamada para poner la denuncia.
Cuando he terminado mis compromisos de hoy he podido ir a la comisaría del barrio a firmar la denuncia que había puesto. Esto pensaba que iba a ser rápido, pero no. Me he pasado mis buenos tres cuartos de hora largos en la sala de espera. Pero tengo que decir que ha sido entretenido. Al poco de llegar yo, han entrado dos madrileños muy del barrio. Ante la mirada muy fija a mi pegatinita, la que hay que ponerse cuando entras a estos sitios, de uno de ellos, le he dicho, "si aquí estamos todos para lo mismo". Me contesta: "¿Te han robado el coche?". "No". Acto seguido me ha contado que estaba en el bar con el colega y cuando se ha querido dar cuenta, "na, dos minutos", el coche ya no estaba (un Ford Escort de hace catorce años). Y no sé que cosas más me ha contado. Lo típico. Luego ha llegado otro, muy agobiado. Resulta que le había pasado lo mismo que a mí. Con el pequeño detalle de que si yo he tardado una hora en llamar a todas partes, él ha tardado una semana en darse cuenta del hurto.
Y nada más. Como suele hacerse en estos casos, añado: de las cinco personas con las que he tratado en la comisaría, tres han sido amables (uno diría que muy amable y otro guasón), y de los otros dos, uno borde y el último (que llevaba barba de violador) seco y desagradable.

Ahora me queda la mágnifica tarea de hacerme de nuevo tooodos los documentos. Santa paciencia.